25 jul 2012

Amor paternal

Hola, personas.

La entrada del día no es sobre un tema en particular, si no una anécdota de algo que me pareció conmovedor hace tiempo.

Hasta hace unas semanas, trabajé por un tiempo en el Parque Plaza Sésamo (quizá muchos lo conozcan), en el área de Fiestas; esto es, en los salones de fiestas para todas aquellas personas que deseen festejar aquí sus celebraciones.

En el parque hay 15 salones, repartidos en 4 edificios. Como anfitrió (mi puesto), eras asignado a un edificio cada día y debías ayudar a las fiestas de dicho edificio en sus respectivos salones; sirviendo los platillos, ayudando a la animadora con los concursos, atender (en lo posible) las necesidades de los invitados, y al final de la fiesta, limpiar y acomodar todo para la siguiente.

Ocasionalmente, cuando se acaba el material (como vasos, platos, servilletas...), hay que ir a Operaciones, el centro y núcleo del área de fiestas. Bien, es ahí donde comienza la historia.

Me encontraba yo en el edificio ElectroFiestas, el más pequeño pues sólo cuenta con dos salones. Se terminó una fiesta y faltaban vasos para la siguiente, así que fui a operaciones por ello, y de paso relajarme un poco del estrés cotidiano de las fiestas (es más cansado de lo que parece, saben?). Saliendo del edificio, al dar tan sólo unos pasos me abordó un invitado (visitante del parque, cliente... como les quieran llamar) que recién salía de la fiesta que habíamos terminado.

Era un señor de apariencia humilde, al cual reconocí de inmediato por verlo en la fiesta. Lo que más se me grabó fue la cara de alegría que tenía cuando su hija, a la que le calculé de 3 a 5 años, vio a Lucas (también conocido como "Comegalletas") bailar y cantar en el salón.

- Disculpe, joven... - me habló tímidamente
- ¿Sí?
- ¿Sabe como cuánto cuesta una fiesta aquí en el parque?
- Pues... varía el costo según lo que desee agregar, pero usualmente las fiestas rondan como por los XXXX pesos [Número censurado para evitarme pobemas legales]
- Ah, ya veo... - Noté en ese momento cómo bajaba la mirada al suelo; quizá era más caro de lo que esperaba - Bueno, muchas gracias
- No hay por qué - justo cuando iba a darse la vuelta, continué -. ¿Sabe? Creo que en este momento hay una promoción en la contratación de su evento.
Volteó la mirada de inmediato
- Frente al salón Elmo hay una mesa donde pueden darle más información al respecto. - De inmediato recuperó la postura
- Ok, muchas gracias!
- De nada.

Se dio la vuelta y se fue. A los pocos pasos una pequeña niña que reconocí como su hija saltó a sus brazos cargando una banderita de Elmo. El señor la cargó y se fueron juntos...

Eso hace un mes y medio, más o menos. Hace unos días, regresé al trabajo, esta vez no como empleado, si no, como ayudante... Y oh, sorpresa: vi al padre salir del salón Elmo con la niña en brazos, con un vestidito rosa y un gorrito de fiesta de Abby Cadaby (esa estúpida hada que detesto).

...Me puso a pensar... Bah, pero en fin, me gustó la historia.

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