20 ago 2012

Un pequeño gran recuerdo...

Hola, personas.

Bien, como quizá sepan, laboré por unos meses en el parque de diversiones Plaza Sésamo por un breve periodo de 3 meses, que habrían sido más de no ser por unos ligeros errores del departamento de Recursos Humanos, pero preferí renunciar.

Desde mi renuncia he asistido algunos días a laborar como apoyo; esto es, laborar sólo un día a cambio de cierta remuneración económica y boletos para entrar.

Siempre iba al área en la que laboraba, el área de fiestas, pero hace unas semanas, para darle variedad al asunto y explorar nuevos rincones, pedí entrar al área de Entretenimiento; es decir, quienes realizan todos los espectáculos del parque y de las fiestas.

Así que fui a ponerme a los personajes (por favor, no los confundan con las botargas, que son un asunto totalmente distinto) un día entero... Y vaya que fue una pesadilla.

Lo que de lejos parecía algo divertido y genial, es realmente una pesadilla ardiente y sudorosa. Una vez dentro del personaje, el calor de ahí dentro es inimaginable, y el sudor goteando como manantial por tu cara, insoportable.

El personaje es pesado, voluminoso, y la visibilidad por dentro es muy, muy limitada - casi tanto como el oxígeno. Si alguna vez pensaron que era algo genial, divertido y emocionante... lo siento, no. Es agotador, extenuante y agobiante; gracias a eso descubrí que soy claustrofóbico. Por eso expreso mis respetos al área de entretenimiento y a sus trabajadores, porque su trabajo no es para nada sencillo. En serio.

Pero ese no es el punto del que quería hablar el día de hoy, si no, de algo un poco más profundo.

Verán, hace unos 14 años, cuando el parque aún era joven, mi madre gustaba de llevarme ahí, y vaya que a mí también me encantaba. Era costumbre ir unas 2 veces al año, jajaja. Entre las fotos antiguas que conservamos en una caja, me encontré con una muy particular... Era una foto de mi madre abrazando a Elmo frente a la fuente Abelardo. Al verla, inmediatamente corrí a mi PC y abrí la carpeta en donde guardé las fotos de mi última visita (que en ese entonces había sido unos días atrás), y me encontré con una foto mía abrazando a Elmo...

Abandoné mi máquina preferida y volví a hurgar entre las fotos viejas. Fotos de mis tíos, mi madre, mis abuelos, todos con algún personaje o encima de algún juego mecánico. Beto, Enrique, Lucas, Lola... todos estaban ahí observando al espectador.

Entonces hice memoria de cuando vestí un personaje, más específicamente, Lucas, más conocido como "El Comegalletas".

Estaba harto, estresado y cansado, sin mencionar deshidratado por el tiempo que llevaba puesto el personaje. Afortunadamente, me dirigía al camerino para quitármelo, y con suerte, descansar un poco y recuperar aire. "Sólo un poco más y me lo quito", pensaba, "sólo un poco más". Una señora se me atravesó al paso pidiendo una foto conmigo, Lucas; porque cuando vistes un personaje abandonas tu identidad y te conviertes en la piel que usas. De mala gana acepté, y posé para su foto. Al instante se acercaron otras 4 familias a pedir foto con Lucas, y en ese momento, y tal y como lo habría hecho Lucas, escapé de manera graciosa y moviéndome como él.

No lo pensé en ese momento, pero quizá ese mal día, ese mal, mal mal día para mi, era el cumpleaños de ese pequeño. Estoy planteando una situación hipotética, así que por favor, no se lancen a matarme por mis absurdas especulaciones. Bien, continuamos con el cumpleaños de ese pequeño. Algún día, quizá, ese pequeño tome esa foto entre sus manos y diga "Mira! Aquí estoy yo con Lucas!" con una jovial sonrisa en su cara. Lo atacará la nostalgia y recordará ese día que pasó en la alberca, subiéndose a los juegos o jugando con los personajes. Entonces pondrá la foto en un marco y la colgará en su habitación. Y ahí estará Lucas, el que tanto quiere, quien en realidad era yo, harto, molesto y exhausto.

Nunca sabemos que tan lejos repercutirán nuestras acciones. Es cierto, quizá no siempre nos va bien y decidimos mandar mucho a la [ponga aquí una grosería] al mundo, pero nunca sabes si eres el recuerdo valioso de alguien más; más si trabajas o estás mucho con las personas.

Yo aún recuerdo al encargado de una librería en una plaza comercial... Su nombre era Jorge, y siempre que me veía me preguntaba "Ah, tú buscabas 'x' libro verdad? Ya mandamos pedir un pedido para que te llegue en una semana. También tenemos este otro por si gustas verlo"... Nunca le dije mi nombre, y no hablábamos mucho, pero en más de una ocasión me encontré con ese hombre y cada que me veía me recordaba por ello.

No sé si Jorge aún se acuerde de ese escuincle de 8 años que siempre preguntaba por la tercera parte de La Saga de los Ancestros; ni tampoco sé si el libro en cuestión ya esté a la venta, pero al menos yo recuerdo a ese vendedor que nunca me olvidó.

Mi punto es, y lo repito, nunca sabemos qué tan lejos repercutirán nuestras acciones. Para bien o para mal, todos tenemos algún recuerdo de alguna persona ajena a nuestros círculos sociales que por algún motivo no podemos borrar de nuestras mentes. 

Tómenlo en cuenta.

~Saludos!

1 comentario:

  1. Héctor, al leer tu entrada, me di cuenta de muchas cosas, que, en lo personal, no eran de importancia en mi vida diaria, me haz hecho ver, que con una pequeña e insignificante acción, podemos formar parte de la vida de alguien, que somos parte de la vida de muchas personas y por lo cual, somos un algo, un recuerdo, un pasado, presente y futuro; muchas gracias por abrir mis ojos y hacerme dar cuenta de que todos, formamos parte de un todo. Tal vez, creas exagerado mi comentario, pero tuvo gran impacto en mí. Saludos.

    ResponderEliminar

¡Gracias por comentar!