21 jun 2013

[Historias de Transporte Público] - Mi corazón se partió en 4

El transporte público. Ese bello medio de transporte grupal donde mantenemos encuentros efímeros con toda clase de extraños. Puede ser factor de frustración, alegría, o incluso de reencuentro (¿No te has topado a algún amigo/compañero/viejo enemigo/lo que sea en el camión o el metro?) en las personas.

Si al igual que yo, lo usas a diario por las mañanas para llegar al trabajo o escuela, compartirás quizá mi opinión al decir que los eventos que transcurran en ese periodo matutino pueden afectar el resto del día.

Tengo muchas historias que contar sobre mis aventuras en el transporte público. Espero las encuentren interesantes no tan aburridas.


Ah, ¿cómo describir ese sentimiento de cuando alguien muy importante para ti se va? Se desvanecen, para aparecer quizá nunca jamás... Hoy, por ejemplo, experimenté ese dolor dos veces en menos de 5 minutos. Es... Horrible, sólo así puedo describirlo.

Todo comenzó la mañana del viernes 7 de junio, a eso de las 8:02 a.m. Me dirigía hacia la preparatoria a presentar un examen, al cual por cierto, iba tarde. Tomé el metro (tren de pasajeros urbano) para llegar a mi destino lo más rápido que me lo permitieran los únicos $4.50 pesos que se encontraban en mi bolsillo. Es difícil la vida del estudiHambre, ¿saben? Más cuando no tienes ni puta idea idea de cómo administrar un micronegocio.

Pues bien, abordé la primera estación, Exposición, para después transbordar a la segunda línea y bajarme en la estación cercana a mi escuela. En camino a Cuauhtémoc, donde iría a transbordar, hay 6
estaciones en medio. En la tercera estación, Y Griega, fue cuando me enamoré por primera vez.

Una chica de tez blanca, algo bajita (en comparación con mi 1,72), de lentes y con cabello rojo-oscuro (¡pelirroja!) y una blusa negra que combinaba con sus botas abordó al tren. El libro en sus manos fue la cereza del pastel: Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez.

Aún en mi letargo y mi mente dormida al 50%, pude dedicar un poco de mi procesamiento cerebral a mirar disimuladamente más detalles de esa chica. Cabello corto, una espina en su oído izquierdo, a modo de expansor - tamaño mediano, diría yo -. Lentes sin marco, blusa verde, pantalón negro. Converse. Había un anillo que no pude distinguir muy claramente en su mano derecha.

Miraba distraída por la ventana, mientras yo pensaba lo bonita que era. Voy a aclarar un poco este punto. En cuestiones de belleza, hay dos sabores: las chicas bonitas, que despiertan tu corazón, y las sexys (no se me ocurre otra palabra, lo siento), que despiertan el líbido. Es como cuando el estereotipo de chica de 16 años americana dice "Robert is handsome, but Anthony is HOT!". Bien, algo así. Ella era bonita.

Una estación antes de llegar a mi destino, antes de transbordar, ella abandonó el tren. La vi irse sin siquiera reparar en mi, triste y desolado, y sin dedicarme al menos una mirada de "adiós"; la peor manera de despedirse. Cada paso que daba alejaba más su corazón del mío, y eso me deprimía. Para no olvidarla jamás, le puse un nombre en mi mente: La de la espinita negra. Así nunca la olvidaría.

Fueron momentos difíciles. Caí en depresión. ¿Qué va a ser de mi sin ti?, pensé para mis adentros. ¿Cómo quieres que satisfaga este dolor que me dejas con tu partida? ¿Fui yo? ¿Fuiste tú? ¿Por qué nos separamos, chica de la espinita? ¿Por qué? Todo iba tan bien... Tú ahí, yo acá, y el mundo giraba felizmente en su eterno compás al tiempo del amor... Pero, te fuiste, chica de la espinita... Te fuiste...

Mientras lloraba internamente por la partida de esa chica, y recordando todo nuestro futuro juntos que quizá algún día en otro Universo habríamos tenido, surgió una nueva luz en la oscura soledad y desesperación. No pude verla porque mis lágrimas mentales (y el hecho de tener los ojos cerrados, casi dormido), pero a mi lado estaba un ángel. Una hermosa dama, chaparrita (mi debilidad...), de largo pelo negro y vestimenta sencilla (jeans, blusa azul con dibujos de moños rosas) había ocupado el asiento que un señor gordo había dejado libre al bajarse tras la chica de la espinita. A estas alturas, aún creo que ese señor la alcanzó, le declaró el amor que yo no pude declararle y viven felices juntos. Maldito señor. Malditos gordos.

Pero no es el punto, el punto aquí es el Ángel de cabello negro ondulado con diadema plateada que había descendido del cielo para consolarme. Lo sabía, porque así me lo había dicho el Destino.

Llegamos a Cuauhtémoc. Bajamos las escaleras para abordar la otra línea del metro. Ah, fueron tan buenos momentos. Yo apresuraba el paso un poco para caminar a su lado y ella me ignoraba, ese era nuestro juego <3. Se acercó un poco a mi y pronunció las más bellas palabras que pudo haber escuchado mi corazón.
- Disculpa, ¿Qué hora es? - preguntó, con un tono angelical en la voz, Pude leer entre líneas su mensaje: Te amo. Te necesito aquí a mi lado por el resto de nuestras vidas.
- 8:23 - le dije, gritándole mis sentimientos con la mirada, esperando que pudiera recibir mi mensaje en ese lenguaje secreto que inventamos ella y yo. Anda, vamos, es la hora. Huyamos a ser felices juntos.
- Gracias - respondió. Te he esperado toda mi vida, dijo entre líneas.
Continuamos nuestro camino en silencio, como solíamos hacerlo. Ah, esos silencios románticos que sólo consigues con años de relación, en 2 minutos de conocernos. Ah, lo sabía: Ella era La Indicada.

Al llegar al puente que divide los trenes que van al Norte y Sur, ella siguió hacia el Norte, y la miré extrañado. ¿A donde vas?, pensé. Nuestro destino es estar juntos, ¿Por qué avanzas en dirección contraria?. Mierda. Ojalá tuviera poderes telepáticos. Nuevamente desahuciado, roto, deprimido, aplastado, abandonado, dejado a merced de las crueles garras de la vida nuevamente, continué mi camino.

¿Cómo puede ser que el Destino juegue así con nuestros sentimientos? En tan sólo 6 minutos me había partido el corazón 2 veces, lo que me lo deja algo así como en 4 partes.

...Y esa es una de mis tristes aventuras en el Transporte Público. Esperen más proximamente.

~Saludos!

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